
En los últimos meses, el término clean look se ha vuelto omnipresente en redes sociales, pasarelas y revistas de moda. Es esa estética que busca la perfección: rostros sin rasgos marcados, piel sin tatuajes, ropa neutra, cabello pulcro y una apariencia general que promete elegancia a través de la homogeneidad. Pero detrás de esa imagen impecable hay algo que me incomoda: la idea de que la diferencia vuelve a ser un problema.
El clean look vende la ilusión de pureza y control, pero en realidad representa el regreso del miedo a destacar. La moda vuelve a castigar lo distinto. Y ahora que muchos comienzan a borrar sus tatuajes para encajar en ese molde, no puedo evitar pensar que estamos olvidando lo que hace a cada persona única.
Los tatuajes como identidad
Para mí, los tatuajes no son una moda. Son parte de mi historia. Marcas de tiempo, de decisiones, de personas y momentos. En mi entorno todavía hay quien los esconde, como si llevarlos fuera de lugar en ciertos espacios. Algunos incluso los cubren o los borran, buscando volver a esa imagen limpia que promete aceptación. Pero yo no quiero borrar lo que soy.
Cada tatuaje es una conversación con mi pasado. Y sí, en una sociedad obsesionada con el minimalismo, el color y la tinta pueden parecer actos de rebeldía. Tal vez lo sean. Porque cuando todos eligen el beige, el negro y lo neutro, atreverse a mostrar la piel como lienzo se vuelve una declaración de libertad.
Traje, tinta y contradicción
Y ahora, por eso, me gusta experimentar con trajes. Con algo que debería ser muy clásico, pero desafiado por los tatuajes. Y ojo: sé que no soy el primero, pero sinceramente en mi entorno no es común ver eso. Me siento muy cómodo así. De hecho, ya el solo hecho de vestirse con saco y zapatos es sobrevestirse.
Vestirme con traje, mostrar mis tatuajes y cuidar los detalles sin borrar mi esencia es mi manera de decir que se puede ser elegante sin renunciar a la historia que uno lleva en la piel.
El problema del Clean Look
El fenómeno del clean look va más allá de la moda. Es cultural. Habla de una sociedad que le teme al error, al color, a la textura. El auge del estilo Old Money, los filtros neutros, las operaciones para uniformar los rostros, las casas sin color y hasta las ofrendas del Día de Muertos sin flores intensas son síntomas del mismo deseo: eliminar lo que sobresale.
Nos están vendiendo la idea de que la elegancia es desaparecer. Y en ese proceso, perdemos carácter, historia y autenticidad. El clean look se presenta como símbolo de sofisticación, pero termina siendo una máscara que borra la individualidad.
Expresión y rebeldía
A mí, más que aspirar a la perfección, me interesa la expresión. No me da miedo la contradicción. Prefiero ser el tipo que usa saco y deja ver los tatuajes, que mezcla lo clásico con lo imperfecto. No para hacer una declaración de rebeldía, sino para recordarme que la estética puede ser también una forma de honestidad.
Porque la moda no debería dictar quiénes somos. Debería ayudarnos a mostrarlo.
Tal vez el verdadero clean look no sea esconder lo que somos, sino aprender a cargarlo con dignidad.