Hombre con estética punk, peinado mohawk verde, chaqueta negra con parches y gafas oscuras, caminando en un entorno urbano.

¿Los que fuimos contracultura tenemos apreciación por la moda?

Hombre con estética punk, peinado mohawk verde, chaqueta negra con parches y gafas oscuras, caminando en un entorno urbano.
La contracultura también habla a través de la ropa.

La moda como lenguaje político

Durante años se nos dijo que la moda era frívola. Que vestirse con intención era cosa de superficiales, de quienes necesitaban validación. Pero nosotros sabíamos otra cosa: que la ropa también era un código, un lenguaje, una forma de decir no estoy de acuerdo sin abrir la boca. Quienes crecimos en la trinchera de la contracultura aprendimos a mirar el mundo desde el borde, y desde ahí, entendimos que lo estético también puede ser político.

Estética rude boy: elegancia callejera con actitud rebelde.
Estética rude boy: elegancia callejera con actitud rebelde.

Resistencias que también eran estilo

No seguíamos tendencias, las resistíamos. Pero eso no quiere decir que no pensábamos en nuestro estilo. Al contrario: sabíamos perfectamente qué queríamos comunicar cuando nos poníamos unos pantalones rotos, una chamarra con parches, unas botas que no eran para caminar cómodo sino para dejar huella. Había una decisión consciente en cada gesto visual, una narrativa en cada prenda.

La estética como acto de habitar

Esto no era solo una forma de vestir, era una forma de habitar el mundo. Ya lo decía Michel Foucault: “la apariencia no es lo superficial, sino la forma en que nos insertamos en un sistema de poder”. La ropa, como extensión del cuerpo, opera dentro de un entramado simbólico donde cada elección puede subvertir o reproducir el orden establecido. En una sociedad que premia la homogeneidad, la ropa se volvió un terreno de resistencia simbólica. Mientras más visible era el desacato, más claro era el mensaje: no íbamos a encajar por comodidad. Y no estábamos solos. Los punks, los darks, los skaters, los ravers, cada tribu urbana encontraba en la estética un modo de pertenencia y de desafío.

Banda: Rancid / Fuente:https://www.mondosonoro.com/artistas-musica/rancid/

Entre la validación y la memoria

Hoy, muchos de los que pasamos por esas etapas seguimos cargando esa sensibilidad. Pero también notamos cómo esa rebeldía original ha ido tomando nuevas formas. En tiempos donde todo se registra, se filtra y se comparte, lo diferente a veces se convierte en contenido, y la disidencia puede transformarse en estética. Las redes sociales, que parecían un terreno fértil para la expresión auténtica, también han moldeado la manera en que nos mostramos. Es interesante ver cómo, en muchos casos, nos vestimos más para la foto que para el momento; más para el algoritmo que para el espejo. La estética que antes hablaba desde el margen, ahora convive con nuevas dinámicas de validación. Podemos ver una chamarra y entender si viene de un lugar real o de una copia sin alma. Podemos distinguir entre quien se viste desde el deseo de expresión y quien solo sigue un algoritmo. No es arrogancia, es memoria.

El regreso inevitable de la contracultura

Y si bien hoy pareciera que todo está homogeneizado, que las estéticas se repiten y que la autenticidad compite con la viralidad, también sabemos que la rebeldía nunca desaparece. Solo se transforma. Y llegará el momento en que nuevas contraculturas emerjan o renazcan. Porque en un contexto donde los discursos conservadores y las derechas están borrando lo excéntrico, lo queer, lo disidente, lo que vive en las escalas de grises y no en el blanco o negro, será inevitable que una nueva generación vuelva a usar la moda como herramienta de ruptura. Porque cuando lo uniforme domina, el deseo de diferencia se convierte en acto político.

Ver el centro desde los márgenes

No es que ahora miremos la moda desde el resentimiento. Al contrario: la apreciamos porque la conocemos desde sus bordes, desde los márgenes que muchas veces se convierten en centro. La historia de la moda es también la historia de cómo lo marginal termina absorbido por la industria. Pierre Bourdieu ya hablaba de los mecanismos de distinción, donde el gusto y el estilo no son neutros, sino formas de marcar posición dentro de una jerarquía cultural. Lo que fue resistencia termina en muchas ocasiones convertido en mercancía. Y quienes vivimos eso sabemos cuándo se pierde el sentido original.

Estilo con historia, estética con intención

Este texto no es un manifiesto nostálgico. Es una afirmación: la contracultura nos dio ojo crítico y sentido del estilo. Y sí, eso también es aprecio por la moda, por la moda alternativa, por la moda independiente, por la estética personal, por la historia de la vestimenta como forma de expresión.

Porque saber ver, elegir y crear desde el margen nos enseñó algo que el fast fashion nunca podrá vender: el estilo con historia, el estilo con identidad, el estilo que nace desde la cultura urbana y desde el deseo de diferenciarse.

Y si antes nos vestíamos para resistir, hoy lo hacemos para recordar de dónde venimos, y para no olvidar que lo que llevamos puesto también puede ser una declaración. Así es como la moda y la contracultura siguen dialogando: en cada elección estética con intención, en cada prenda que lleva un mensaje, en cada cuerpo que decide expresarse más allá de la norma.

Escrito por Julio C. Olivares